¿Debo preocuparme?

 

La mente humana es especialista en anticiparse a los acontecimientos, siempre adelantándose a posibles problemas y previendo posibles amenazas tratando de tenerlas bajo control. Por una parte, esta capacidad constituye una enorme ayuda para nuestra supervivencia, puesto que nos permite evitar muchas situaciones potencialmente peligrosas incluso sin necesidad de que éstas lleguen realmente a presentarse. Sin embargo, esta misma capacidad, también puede atraparnos en un círculo vicioso de preocupación en que nos encontramos constantemente alerta, sufriendo por lo que podría pasar y dando vueltas una y otra vez a los mismos temas, generando un estrés innecesario y sin que eso nos ayude a encontrar soluciones efectivas.

A algunas personas, preocuparse una y otra vez sobre las mismas cosas, les genera la sensación de tener un mayor control sobre ellas. Otras piensan que al preocuparse, “al menos no se quedan de brazos cruzados”. De hecho, muchas personas, llegan a convertir la preocupación en un estilo de vida, constantemente pensativas, viviendo y reviviendo en su imaginación situaciones que muchas veces no llegan a presentarse o que ya han sucedido y no pueden cambiarse.

 

¿Es posible dejar de preocuparse?

 

En nuestra vida siempre van a ocurrir cosas que producen una incertidumbre y ante eso una cierta dosis de preocupación puede ser no solo inevitable, sino en muchas ocasiones, necesaria. Sin embargo, es importante que sepamos reconocer nuestros límites, puesto que hay cosas que no dependen de nuestro control, con lo que preocuparnos una y otra vez sobre ellas, aunque en ocasiones nos pueda dar una momentánea sensación de control, puede conducirnos a un círculo vicioso en el que cada vez nos sentimos más preocupados sin que eso nos ayude realmente a solucionar el problema.

Algunas personas, al descubrir este círculo vicioso, tratan de salir de él intentando suprimir los pensamientos angustiosos. Así, se esfuerzan en distraerse, no pensar o intentar huir de las preocupaciones. Sin embargo, esto rara vez conduce a una solución y, en muchas ocasiones, puede incluso llevar al efecto contrario.

 

Lo cierto es que en nuestra vida no podemos evitar las preocupaciones, aunque sí podemos tomar la decisión consciente de qué hacer ante ellas. De esta forma, en lugar de quedarnos “enganchados” a la preocupación, podemos elegir la forma en que vamos a afrontarla. Una de las principales claves está en tratar a las preocupaciones como lo que son: ideas, pensamientos, pero no la realidad en sí. También es importante distinguir entre los pensamientos que surgen y nosotros mismos. Una cosa son nuestros pensamientos y otra cosa somos nosotros, que podemos elegir conscientemente de qué forma vamos a reaccionar ante ellos.

 

* Este artículo es meramente informativo y en ningún caso sustituye a la evaluación ni el asesoramiento profesional

 


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